
29 de septiembre de 2010
26 de septiembre de 2010
Relato de un amor peatonal
Ya muchos conocen la historia del chico de la librería. Me enamoré hace unos meses, o quizá fue el año pasado, no sabría decirlo. En la librería que queda a media cuadra de mi casa, camino a la facultad, atienden tres personas: a la mañana, un feo-lindo; a la tarde, una chica; y a la noche, un feo-feo. Los feos-lindos son esos que para los demás son feos, pero para una son lindos. Usualmente aparecen en propagandas graciosas como la de Brahma en donde bailan "Provócame". Los feos-feos son esos que por más que intentes, no hay con qué darle: son feos. El feo-lindo se fue convirtiendo en lindo a medida que pasaban las semanas. En el primer cuatrimestre me tocó cursar a la 1 sólo dos veces por semana, y el resto de los días a las 4. Cuando pasaba a esa hora ya era el turno de la chica, así que mi oportunidad de ver al chico se daba sólo los martes y jueves a la 1:10. Cuando todavía hacía calor se sentaba afuera y nos saludábamos con un "hola" y una sonrisa. Después empezó el frío y el saludo dejó de ser verbal. Cada tanto yo entraba a comprar algo: un resaltador, una lapicera. Anhelaba que llegara algún evento de AFS así tenía que sacar muchas copias. Gloriosa fue la semana que no hubo tinta en nuestra impresora. Pero nuestros encuentros nunca salieron del marco comercial, aunque creo que sus sonrisas no expresaban solamente un "gracias por su compra". Yo creo que hay algo más. O al menos lo espero. Con el tiempo fui aprendiendo cosas de él. No sé cómo se llama, pero sé que tiene una bicicleta azul. Aunque hace mucho que no la veo, puede ser que se la hayan robado o que tenga algo como tendinitis y no pueda usarla. También sé que le gusta el reggae, porque siempre está escuchando música. Tengo el presentimiento de que es una persona sencilla, un chico común. Creo que eso me gusta. Además tiene rulos y a mí me encantan los chicos con rulos. Siempre pienso que algún día me voy a animar a hablarle. Preguntarle cómo se llama, al menos. Mientras tanto me conformo con mirarlo cuando paso caminando. Este cuatrimestre me toca ir tres veces por semana a la 1, así que el amor se intensificó con respecto al primer cuatrimestre. Eso sí, tenemos días y días. Aunque siempre trato de estar re linda y simpática en esos 5 metros de vereda, a veces no me doy cuenta y justo bostezo o algo así, o me da el sol en los ojos y pongo cara de china. A veces no miro para adentro, así no se nota tanto que me gusta. Pero últimamente nuestras conversaciones se han alargado. La semana pasada llegamos a intercambiar 4 líneas. Sí, ¡cuatro! Y el otro día me saludó agitando la mano con mucho fervor y una sonrisa un poquito más amplia de lo común. Yo sueño que me quiere. Ojalá un día me invite a salir. Mientras tanto seguiré pendiente de la tinta de la lapicera, sobreutilizando mis resaltadores y prestando poca atención a dónde dejo mis otros útiles. Ah, y si alguno necesita algún artículo de librería, por favor avise.
24 de septiembre de 2010
Casos de cosas V
Esta mañana le dije a Romi que me acompañe a hacer las compras a la salida de la facu. Había una oferta imperdible: un paquete de jabón para el lavarropas de 3kg, con un paquete de rollos de cocina y otro de papel higiénico, a $15! No podíamos dejar pasar la oportunidad. Caminé con una compañera por Independencia hasta Blvd. San Juan para hacer tiempo, y doblé a la derecha para ir al super. En esa cuadra hay un negocio que tiene una máquina-entrega-peluches en la vereda, de esas que ponés $1, movés la garrita, y por lo general no sacás nada. Cuando pasé, crucé a un chico que se quedó en la maquinita. Puso una moneda y empezó a apretar botones. Yo seguí caminando. Siempre que voy sola por la calle observo a la gente e imagino historias. A veces me parece que tienen hambre, o que el pantalón que tienen puesto les queda incómodo, o que se peinaron re bien. Hoy me imaginé que el chico de la máquina de los peluches era novio de alguna chica que le gustan los peluches. Después cambié de teoría y pensé que era padre de algún niño pequeño. Después seguí pensando y se me ocurrió que podía ser un hermano mayor buscando ganar un obsequio para su hermanito. Quizá la novia/hijo/hermanito habían cumplido años, quizá solamente tenía ganas de hacerles un regalo. Quizá él mismo cuando era chico había sido campeón de sacar peluches de las maquinitas y sólo quería comprobar que sus habilidades se mantienen intactas. Quizá tiene un fetiche con peluches. Quizá quería sacar un peluche para venderlo después y hacerse unos pesos. No sé qué estaría haciendo el chico en la máquina peluchera, pero me entretuvo en el camino al Cordiez.
23 de septiembre de 2010
22 de septiembre de 2010
21 de septiembre de 2010
Casos de cosas IV - La solución depende del zapato.
Hoy fui a clase y el profe no apareció, así que me dediqué a pasear por el centro porque tenía que ir al gimnasio a las 18. Di vueltas, miré muchas vidrieras y me metí en algunas tiendas a ver ropa y otras cosas. En un momento llegué a un negocio que vendía cosas para los pies, como plantillas ortopédicas. Entré a preguntar si no vendían algo como para agregarle a un zapato que te queda grande, porque tengo un par de zapatos que me quedan grandes. Le expliqué esto al vendedor, pero se enojó conmigo: "¡Cómo voy a saber qué necesitas si no sé cómo son tus zapatos!", me dijo. Le dije que eran negros, re lindos, así como que te asoma el dedito, pero no, y que me chancletean porque me quedan grandes. No le gustó mi respuesta y me dijo que la solución dependía del zapato. Hice un nuevo intento de descripción de zapatos, y al final me mostró unas plantillas que se adhieren para que el pie no se deslice por el taco, pero no me convencía.
Creo que esa no era la solución para mi zapato.
20 de septiembre de 2010
Pecado provincial Nº 6
Pensar todo el día en que no debo olvidarme de algo, y terminar olvidándomelo.
Pecados provinciales, como los capitales, pero más humildes.
19 de septiembre de 2010
Casos de cosas III
Hoy vino Rocío a tomar tereré y nos sentamos en el balcón porque estaba lindo. Miramos a la gente que pasaba e imaginamos qué iban a hacer: "Esos tres están yendo al cajero", "El de buzo debe tener calor, seguro después pasa a comprarse una Coca" o "Aquellos están llevando el nene a jugar al parque". En un momento dos chicos se pararon en la vereda del frente. Tocaban timbre, esperaban, miraban la ventana cerrada. Uno de ellos tenía el celular en la mano y llamaba a alguien que aparentemente no contestaba. Estuvieron unos 10 minutos ahí, dando vueltas en su eje, y después se fueron. Nosotras fuimos adentro y escuchamos la radio.
16 de septiembre de 2010
15 de septiembre de 2010
Casos de cosas II
Hoy a la mañana salí a tomarme un A porque tenía que valorizar unas órdenes para unos análisis en la obra social, que queda por allá por la casa de Lara. Era medio temprano y el kiosco donde usualmente compro los cospeles todavía estaba cerrado. Tuve que dar como 1/3 de vuelta a Plaza España para ir a un kiosquito que nunca falla. Haciendo cola para que me atiendan, viene corriendo del otro lado un chico, pidiendo permiso para ocupar mi lugar porque se le pasaba el cole. Era medio lindo. Pide un cospel y lo paga con un billete de $10. La chica se lo da, le da el cambio, y cuando se va, enojada, grita: "La próxima vez pagame con uno de $50, querés????". Yo la miré mal y después me tomé el A6.
14 de septiembre de 2010
Casos de cosas I
El otro día volvía de natación y esperando que cambie el semáforo para cruzar la calle, pasa un viejito en bicicleta. Una señora que estaba al lado mío, también por cruzar, me dijo: "Pero, che! Yo lo conozco a este, qué anda haciendo? Si anda mal de la cadera! Yo lo conozco, lo conozco... Qué bárbaro, che!".
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