26 de septiembre de 2010
Relato de un amor peatonal
Ya muchos conocen la historia del chico de la librería. Me enamoré hace unos meses, o quizá fue el año pasado, no sabría decirlo. En la librería que queda a media cuadra de mi casa, camino a la facultad, atienden tres personas: a la mañana, un feo-lindo; a la tarde, una chica; y a la noche, un feo-feo. Los feos-lindos son esos que para los demás son feos, pero para una son lindos. Usualmente aparecen en propagandas graciosas como la de Brahma en donde bailan "Provócame". Los feos-feos son esos que por más que intentes, no hay con qué darle: son feos. El feo-lindo se fue convirtiendo en lindo a medida que pasaban las semanas. En el primer cuatrimestre me tocó cursar a la 1 sólo dos veces por semana, y el resto de los días a las 4. Cuando pasaba a esa hora ya era el turno de la chica, así que mi oportunidad de ver al chico se daba sólo los martes y jueves a la 1:10. Cuando todavía hacía calor se sentaba afuera y nos saludábamos con un "hola" y una sonrisa. Después empezó el frío y el saludo dejó de ser verbal. Cada tanto yo entraba a comprar algo: un resaltador, una lapicera. Anhelaba que llegara algún evento de AFS así tenía que sacar muchas copias. Gloriosa fue la semana que no hubo tinta en nuestra impresora. Pero nuestros encuentros nunca salieron del marco comercial, aunque creo que sus sonrisas no expresaban solamente un "gracias por su compra". Yo creo que hay algo más. O al menos lo espero. Con el tiempo fui aprendiendo cosas de él. No sé cómo se llama, pero sé que tiene una bicicleta azul. Aunque hace mucho que no la veo, puede ser que se la hayan robado o que tenga algo como tendinitis y no pueda usarla. También sé que le gusta el reggae, porque siempre está escuchando música. Tengo el presentimiento de que es una persona sencilla, un chico común. Creo que eso me gusta. Además tiene rulos y a mí me encantan los chicos con rulos. Siempre pienso que algún día me voy a animar a hablarle. Preguntarle cómo se llama, al menos. Mientras tanto me conformo con mirarlo cuando paso caminando. Este cuatrimestre me toca ir tres veces por semana a la 1, así que el amor se intensificó con respecto al primer cuatrimestre. Eso sí, tenemos días y días. Aunque siempre trato de estar re linda y simpática en esos 5 metros de vereda, a veces no me doy cuenta y justo bostezo o algo así, o me da el sol en los ojos y pongo cara de china. A veces no miro para adentro, así no se nota tanto que me gusta. Pero últimamente nuestras conversaciones se han alargado. La semana pasada llegamos a intercambiar 4 líneas. Sí, ¡cuatro! Y el otro día me saludó agitando la mano con mucho fervor y una sonrisa un poquito más amplia de lo común. Yo sueño que me quiere. Ojalá un día me invite a salir. Mientras tanto seguiré pendiente de la tinta de la lapicera, sobreutilizando mis resaltadores y prestando poca atención a dónde dejo mis otros útiles. Ah, y si alguno necesita algún artículo de librería, por favor avise.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
3 comentarios:
yo me enamore de un vecino, creo que le dicen Pepe. Yo le digo Pepe...algún día me animare a preguntarle su nombre...lástima que a Pepe no le puedo comprar nada porque no tiene negocio.
Para mi que tenés que sacar las copias de toda la RL asi vas todos los días.
;)
Yo me enamoro de la gente en los colectivos, pero son siempre personas diferentes.
Publicar un comentario